viernes, 21 de marzo de 2008

hola papi!!!!!

Hola Papi. Hoy es viernes santo, hace dos años te desaparecieron. Es extraño, sabes, en un país tan católico como este la gente vive violando los mandamientos. Los creyentes se alegran con la muerte de algunos, celebran cuando ven sangre, cuando los cuerpos son estrenados al mundo público como trofeo. Pero también es el país de la doble moral. Se escandalizan por algunas cosas pero con otras son pasivos, no les importa. El hambre de la gente pasa como si nada. Creo que a veces pecan de estupidez. Para algunos no hay pobres o los hay porque lo quieren. Yo pienso que es que no han ido a Ciudad Bolívar, o a un municipio del Chocó o la Costa, o cualquier rincón del país que este sitiado por los corruptos que se comen la plata del erario público para su propio gusto. Claro, Papi, sé que a algunos sólo les importa su pequeño mundo, sus comodidades, sus propias cosas, tener una casa o un apartamento, carro, las salidas al pueblo cercano sin que se hable de secuestros. Este es el país de los egoístas, por que cada quien piensa en lo que le da comodidad pero no tiene la posibilidad de pensar en los que no viven igual que ellos. A los que hacemos eso nos dicen de izquierda o “resentidos”, y ellos viven cómodos con su moral católica que les da para actos de caridad y con eso salvar culpas. Total, su situación va en mejora, no se preocupan porque cambie de una vez por todas las cosas de los otros (para algunos debe ser así porque sobre el trabajo de esos viven cómodos). A ti que te reivindicaste de izquierda, o uno que lo sigue diciendo a pesar de que eso parece significar ponerse la lapida en la espalda, nos tachan de “comunistas”, de “guerrilleros”, y, o nos matan, como hicieron contigo, o nos intimidan hasta que el miedo logra desterrar la dignidad que en nosotros anida. Hoy tome agua café, de esa que pedías donde la abuela, al ton de ese café charlamos, nos reímos, bromeamos, gozamos, porque sabes? seguimos riendo, seguimos viviendo, proyectando futuro a pesar de la desesperanza que produce un país que se percibe a veces tan paramilitarizado en las mentes y los corazones de la gente. Si me preguntas te tendré que decir, como sabías, que la paz no está a la vuelta de la esquina. Tú conocías que aquí las élites, los sectores económicos y los militares le ponen todas las cortapisas del caso a la resolución negociada del conflicto. Tú sabías que la paz cuesta, y que es un largo camino. Cuesta tanto que se ponen todos los obstáculos para conseguirla. Cuesta tanto que se impide un intercambio humanitario, que se cierran las puertas, se obstruyen las posibilidades, se envenena al pueblo y se le miente. Se le llena de esperanzas falsas. Algunos creen que gritando no más o paz, o dando de “baja” a algunos “enemigos” eso se consigue. No son concientes que eso implica negociar, hablar, ceder, explorar opciones. Sí, sigo tu consejo, leo más y veo menos televisión. Ahora más que nunca he podido constatar todo lo que ese aparato embrutece. Te construye tu opinión, te moldea lo que sientes, lo que quieres. Te dice, por ejemplo, que a pesar de que tu país fue sancionado por un organismo internacional, salió bien librado, que fue todo un triunfo. Pero claro Papi, la gente se lo cree, lo repite, se esfuerza por contribuir a un falso patriotismo que elimina la diferencia y a todos nos homogeniza. Agradezco tanto todo lo que me enseñaste. Aunque esta conciencia histórica pesa a veces mucho, prefiero ese peso al que te da ser cómplice silencioso, cómplice de rebaño de lo que esta pasando y el para donde vamos. Sabes, en esta Colombia tan católica, unos muertos valen más que otros, unos malos son menos malos que otros, y el odio impera. Para algunas cosas los criterios religiosos funcionan a la perfección: hay que perdonar (cuando los asesinos son paramilitares), hay que poner la otra mejilla (cuando el gobierno nacional te quita derechos como la educación, la salud, el trabajo). Yo te extraño, como muchos extrañamos a los padre y madres que se llevaron las balas asesinas, los serruchos, las motosierras, las torturas, y aunque a veces te siento distante, en días como hoy te percibo muy cerca, tan cerca que pareces vivo, vivo en las palabras de esperanza, de análisis, de lucha que escuchas salir de muchas personas de tu edad, de jóvenes, de campesinos, de desplazados, de mujeres, de gente que quiere otra cosa para Colombia. Me acuerdo de ti, de tu risa loca, de tus palabras profundas, de tu humor negro. Y sabes, hablo contigo en sueños, como esos aún no los han chuzado!!! Ahí ratifico que la dignidad es lo mío, lo que jamás me quitaran y lo que no se exilia aunque pises otro suelo. Te quiero, te queremos, y seguimos buscando verdad y justicia. ¿Será eso lo que les molesta?
Antígona “Bellota” Gómez

sábado, 15 de marzo de 2008

Recibi amenazas .... que país!!!!!

Bogotá, 14 de marzo de 2008

Señores
Presidencia de la República
Vicepresidencia de la República
Bogotá


Hago de conocimiento público las amenazas de las cuales he sido objeto, junto con otras organizaciones y dirigentes de derechos humanos y políticos, en una carta enviada por las Águilas Negras el Rearme, Bloque Metropolitano de Bogotá, el pasado miércoles 12 de marzo. En este documento nos declaran objetivo militar fase A, nos señalan como guerrilleros y que comenzaran a matarnos 'uno por uno. Vamos a ser impecables. No dejaremos cabo suelto'.

Las amenazas se suceden luego de la marcha del 6 de marzo y de una gira en el exterior realizada en representación de las organizaciones de las cuales hago parte (ORGANIZACIONES DE MUJERES, JÓVENES, PAZ, VÍCTIMAS Y ARTÍSTICAS). Dicha gira tenía como objetivo dar cuenta de las vulneraciones de derechos humanos en Colombia, los niveles de impunidad y la compleja dimensión del conflicto colombiano. Es de suma preocupación que luego de hacer uso del derecho a la protesta, a la libre expresión, a la comunicación, a la justicia y a la verdad, estos grupos nos amenacen a muerte.

Resulta igualmente preocupante que esto suceda luego de los señalamientos de diversas personalidades del gobierno de que la marcha es convocada por las FARC y para su apoyo, así como del manejo parcial de los medios de comunicación a los sucesos que han tenido lugar en los últimos meses. Hemos ratificado de manera enfática y permanente que no somos simpatizantes, ni aliados, ni parte de este grupo guerrillero y que rechazamos todo tipo de violencia.

Denunciamos que en Colombia no hay garantías para el ejercicio de la oposición, ni para el trabajo como defensores de derechos humanos, y mucho menos como víctimas sobrevivientes en exigencia de sus derechos. No es la primera vez que soy objeto de acciones de intimidación, las cuales han tenido lugar desde la desaparición y asesinato de mi padre JAIME ENRIQUE GÓMEZ VELASQUEZ. En Colombia el Estado tampoco brinda condiciones de seguridad para el desarrollo de nuestro trabajo. El año pasado solicite medidas de protección que fueron negadas por el Ministerio del Interior y de Justicia, pese a la evidencia de los niveles de inseguridad y vulnerabilidad.

En de anotar que en dicho comunicado las Águilas Negras plantean que actúan con 'apoyo y la tolerancia del Estado y la ciudadanía en general'. Mi tarea, y la de todas las organizaciones y personas allí señaladas, es en ejercicio de derechos consagrados en la Constitución Política y de la oposición, la cual debe tener garantías en cualquier sociedad democrática por parte de todas las instituciones del Estado y sus representantes, quienes debe propender por climas de debate y diálogo, y no por exacerbar odios, señalamientos, unanimismos ni polarización que sólo contribuye a la prolongación del conflicto que vive el país.
Hago responsable al Estado colombiano, al presidente y vicepresidente de la República, quienes deben garantizar nuestra seguridad, de cualquier otra vulneración de la que sea objeto en mi calidad de ciudadana, víctima y activista de derechos humanos.

DIANA MARCELA GÓMEZ CORREAL

sábado, 1 de marzo de 2008

Yo marcho el 6, y usted?

Antes de la desaparición y asesinato de mi padre, Jaime Gómez, conocí muchas historias de mujeres en distintas partes del país que daban cuenta de desapariciones, asesinatos, violaciones, secuestros, de un ejercicio permanente de la violencia en sus cuerpos y en los de sus seres queridos. Cuando mi padre desapareció el 21 de marzo de 2006, comencé a vivir en carne propia un drama inimaginable y en cierto sentido inaguantable. En esos mismos días de manera directa constate la parcialidad de los organismos de seguridad del Estado, de algunas instituciones y de políticos y mandatarios con los que hable o tuvieron a bien meter la cucharada para opinar sobre lo ocurrido con quien era, además de todo, asesor de la senadora Piedad Córdoba.

También escuche y leí con dolor las noticias que difundieron los medios de comunicación: auto desaparición, deudas, y rara vez el reconocimiento de haber sido objeto de vulneraciones a sus derechos humanos. Cuando aparecieron los restos se torno peor: no fue una desaparición ni un homicidio, fue un accidente. El presidente Uribe lo planteo en Estados Unidos y en universidades colombianas, la prensa lo repitió acríticamente, Máximo Duque, director de Medicina Legal, lo sustento ante los medios estando fuera de su competencia, y periodistas como María Isabel Rueda hicieron una reconstrucción acomodada de los hechos. Un año y seis meses después, septiembre de 2007, los medios presentan la chiva: Fiscalía reconoce que muerte de Jaime Gómez fue un homicidio.

Si, eso ya lo sabíamos, pero resulta que la investigación no avanza. El Alto Comisionado para la Paz expuso tres hipótesis de posibles responsables cuando estábamos buscando a mi padre: paramilitares reorganizados, inteligencia del Ejército y la policía, grupos de extrema derecha antichavistas. Tres diferentes actores que uno se pregunta, tres nombres y un solo dios verdadero? Ahora se dice que no hay crímenes de Estado, que los paramilitares no existen porque se han desmovilizado. También que aquí se respetan los derechos humanos y que se aplica justicia. Será que mi historia es la excepción? Sé que no. Están todos los asesinatos de miembros de la UP, están los desaparecidos del Palacio de Justicia, están las cientos de masacres, las fosas comunes, las otras miles de desapariciones y las ejecuciones extrajudiciales.

Reconozco el valor y la necesidad ética de repudiar los secuestros, sin embargo la marcha del 4 de febrero me dejo un sin sabor, no sólo porque reconocía únicamente uno de los actores del conflicto, sino porque desde el poder de los medios, recogiendo un repudio y un cansancio nacional, pero también viabilizando intereses de los grupos de poder y del Presidente y sus seguidores, se contribuye a construir una percepción de la realidad colombiana no acorde con lo que está pasando y estamos viviendo. Lo que hago aquí al recordar los hechos que rodearon el ASESINATO de mi padre no es por deporte, no es porque me guste recordarlos (tendría mejores cosas en que pensar para traerlo a mi memoria), es porque me permite no OLVIDAR algo que en cualquier país debe ser repudiable, punible y de sanción social: la privación de la libertad, la coartación de la libre expresión y los asesinatos. ¿Por qué en Colombia no nos hemos espantado de la misma manera con los crímenes de paramilitares y Estado, que como lo hacemos con los de las FARC? ¿Hay acaso unos muertos que valen más que otros? ¿Unos crímenes son menos malos?

Colombia vive una crisis ética de terribles dimensiones, y la clase gobernante con tal de mantener borregos la profundiza porque no le interesa las transformaciones de fondo, porque sabe que pierde al momento de que la ciudadanía colombiana repudie la violencia venga de donde venga. El discurso del gobierno de Uribe exacerba los odios, profundiza la guerra, consolida la derecha, legaliza el paramilitarismo, perpetua las diferencias sociales, mantiene escindido al país, desconoce la historia, construye una memoria acomodada y proyecta un futuro donde será visto y puesto como el GRAN PACIFICADOR. Sí, no más secuestros, por supuesto, no más guerrilla, pero que ese grito no desconozca la realidad de Colombia. Con el sólo deseo no podemos solucionar la crisis del país. En Colombia se está inflando un deseo por la paz que desconoce lo que ella implica, los caminos reales, las mejores opciones y posibilidades. La gente parecía gritar no más guerrilla con la ilusión de que desaparecieran, quizás pocas meditaban que para que no existan más el camino debe ser la negociación y un primer paso el Acuerdo Humanitario. Si con el deseo bastara deseo a mi padre de vuelta. Se que no podrá ser jamás así, por eso desde una visión más compleja de nuestro conflicto, saldré a marchar el 6 DE MARZO, no sólo por mi muerto, sino por los tantos que han perecido en Colombia a manos de paramilitares y Estado. Por el honor de un país que debería despertar a tanta barbarie y comenzar a reflexionar sin tanta manipulación y apasionamiento quienes son los que realmente no quieren la paz en Colombia. Como no somos mezquinos, ese día también repudiaremos los secuestros.

NO AL OLVIDO, PORQUE NO QUIERO!!!