Hoy amanecí con rabia. Una rabia milenaria, una rabia que me acompaña desde que nací, una rabia que se alborota con esas injusticias, violencias y mentiras que ocurren y nos dicen en Colombia. Rabia de que la violencia siga siendo la manera como se enfrenta a la disidencia política. Rabia por las amenazas, los asesinatos, los atentados contra los líderes de izquierda y movimientos sociales. Rabia por la fuerza que tiene la derecha para desarticular también a través de lo legal las opciones políticas de izquierda como está pasando con el Alcalde de Bogotá. Rabia por las mentiras y las desfachateces de los gobernantes y del Estado.
No creo que este exento de cálculo político que Santos esté hablando de prolongar el período de los alcaldes. Con esto si Petro es destituido y la derecha se queda la Alcaldía, los procesos organizativos, de base, los movimientos sociales y las izquierdas que han visto en las alcaldías de los últimos años en Bogotá opciones alternativas, perderán un espacio importante. Con eso se cierra también la puerta a que si el/los procesos de paz rinden fruto positivo, nuevas opciones entren al ruedo electoral. Rabia de las desfachateces que se pasan como “normales” en Colombia. Como lo de las interceptaciones realizadas por los militares, todo la red corrupta que les habita, y su intención de contribuir a la paz desde la estrategia militar! Como dice el nuevo comandante del Ejército: “Anhelamos la paz, pero digna y basada en una victoria militar!
Pero también me produce rabia mirar Casa Adentro. No entiendo porque tanta fe de las izquierdas con las elecciones, con el modelo liberal, con emplear las estrategias de quienes nos han dominado. No quiere decir que no las considere importantes o que las descarte, ¿pero que es lo qué hacen las elecciones entre las izquierdas? Concentrarse en el voto, dividirlas, detener procesos de confluencia. Creo que como generación(es) tenemos la tarea de repensar a largo plazo el proyecto político de transformación, el horizonte político sin perder el ahora. Pero eso implica pensar muy bien, con detenimiento como actuamos en el presente, como reinventamos la política y hacemos que el poder de dominación no se recodifique. Aunque difícil es posible entrar en los cargos de elección popular, pero me pregunto, ¿una vez allí qué? ¿Cómo no dejarse comer, tragar por la lógica burocrática y clientelista, como aportar más que a la reforma y a la inmediatez a la transformación a largo plazo?
No sé, son preguntas frente a la estupefacción que me produce observar como entramos en las lógicas de quienes tanto criticamos, inclusive repitiendo acríticamente el discurso de la transición, y palabras/frases como pasar la página, reconciliación, dejar atrás el pasado, post-conflicto y toda esa lista de conceptos que están dándole sentido a la tan anhelada “transición” hegemónica. Conceptos que no son solo palabras que vuelan en el aire, son letras que se conjugan para construir también realidades. Realidades, presentes, futuros que a mi personalmente no me convencen. Sigo con esa digna rabia que piensa que hay que reinventarse haciendo, que eso pasa por la cotidianidad y por el cuerpo …