Tierra Esperanza, 21 de marzo de 2014
Esta carta es para ti y mi padre.
Esta carta es extensa, el momento histórico lo amerita.
Hoy hace ocho años saliste a caminar en la mañana esa hermosa ciudad en la que naciste y creciste, y ya no volviste nunca más. Te llevaron. Se llevaron tu cuerpo, pero no a ti. Estos ocho años hemos peleado contra la impunidad una y otra vez. Hasta el cansancio. Hemos caminado y levantado la voz para conocer la verdad, en busca de justicia. Estos ocho años te he recordado, te he pasado por el corazón tantísimas veces y de maneras tan distintas. He desarrollado contigo una otra relación, una relación pasada por todo: por la guerra, la violencia, la rabia, el amor, la admiración, los recuerdos, las ausencias y las luchas. Hace ocho años te llevaron en un contexto como este: re-elección presidencial. En ese entonces vivíamos cierto ascenso de la izquierda, ahora vemos como la derecha, y la ultra derecha, se siguen consolidando, y como en algunos escenarios la izquierda pierde espacio. En estos años yo me he repensado una y otra vez desde mi particularidad generacional y mi ser feminista. He caminado, desde antes que te llevaran, esas sendas que los partidos de izquierda y los movimientos sociales abrieron ya hace décadas. Las he caminado, tu sabes, con mi propia prudencia, mi propia mirada y mi propio cuerpo. Como hace ocho años, ahora trato de no sucumbir a este contexto tan difícil, tan adverso a nuestros sueños. Entonces respiro, pauso, duermo, medito y me busco muy adentro. Papi: las cosas no están fáciles, siguen siendo difíciles para esos que nos ubicamos abajo, en el lugar de la digna rabia y los sueños rebeldes.
Estamos en un proceso de paz pensando desde la justicia transicional. Un proceso de paz concebido desde el punto de vista de la oligarquía colombiana, un proceso de paz que busca llamar a nuestro momento histórico post-conflicto sin que se operen mayores cambios, para lo cual la aplicación de la esa justicia es fundamental. Yo creo que esta es una coyuntura crucial para Colombia, para el futuro, porque muchas cosas que se definirán en este momento en cierta medida serán la bitácora, los cimientos que nos guiaran por los próximos años. Por eso a la construcción de paz nosotros le exigimos coherencia, le exigimos profundidad, le exigimos escuchar nuestras voces. Me pongo a mirar hacia atrás, nuestra historia, y veo como nuestra particular trayectoria nos muestra que ni el modelo moderno liberal burgués ni el camino de las guerrillas han podido responder a nuestros anhelos. En los últimos años son cada vez más visibles los limites del modelo de democracia moderna liberal, desde la que incluso la izquierda ha desarrollado su accionar político, para hacer real nuestros proyectos de emancipación. Las últimas elecciones lo han mostrado. Es evidente que todo ese ensamblaje, el estado de derecho, las leyes, las reglas del juego democrático, no son neutrales, están situadas políticamente, más cerca de ciertos actores.
Ese sistema de gobierno responde a los intereses de quienes lo crearon. Así nos lo muestra no solo la historia del alcalde Petro, sino también todo el arsenal jurídico con el que el Estado y las élites responden a las demandas de las y los que nos organizamos, tal como ha ocurrido con la Ley de Victimas y Restitución de Tierras, una respuesta para neutralizar a las víctimas y capturar su potencial político y subvertor. Papi, creo que necesitamos un nuevo imaginario político, necesitamos re-pensar, re-mirar nuestro horizonte político en sus más profundas raíces. Necesitamos re-inventarnos, de-sujetarnos, liberarnos del poder de dominación. Hacer eso, papi, requiere mirarnos hacia adentro, “casa adentro”, cuerpo adentro, con mucho, mucho detenimiento, con ojos críticos, constructivos e imaginativos. Eso implica que miremos como el poder de dominación constituye nuestras subjetividades y nos hace replicar entre nosotros ese poder que no permite la emancipación. Divide y reinaras. Esa es la lógica de las clases gobernantes, pero también del poder opresor en si mismo. Divide a la izquierda, haz que se atomice hasta que desaparezca. ¡Divídela por las más pequeñas nimiedades, por las elecciones, por la conquista del poder! Divide a las mujeres para que peleen entre ellas y no vean, no sean capaces de ver, como el patriarcado funciona. Divide a los indígenas y a los negros, hazlos amar y querer ser como el blanco. Haz que todo aquel que termine configurado en ‘capataz’, inclusive de su propia historia personal, crea, sueñe, que es el ‘dominador’, que tiene poder, y haz que oprima a sus hermanos y hermanas de lucha. Si, ya sé. No todos tienen conciencia de una “hermandad”.
Esa conciencia se construye. Por eso además de: 1. Pensar y recrear otro poder, un poder para la emancipación que juiciosamente se pregunta y se responde el poder para qué. 2. Y que mira con atención la construcción subjetiva. 3. Genera procesos de politización, procesos de formación, de educación política, no para adoctrinar, sino para desde la construcción colectiva contribuir a la creación de sujetos capaces de análisis, de pensamiento propio, de criticidad y de acción. Politización no para ser vanguardia, sino más bien para ser “retaguardia” y co-emerger con otras y otros como intelectuales orgánicos de un país que necesita educarse para escapar a esta degradante dominación. 4. Necesitamos también construir un nosotros. Ese nosotros de los de abajo, de la digna rabia y los sueños rebeldes no está construido. Está por construirse, y depende de un nuevo imaginario político, de unas nuevas prácticas, de unos nuevos sujetos, no acabados, pero dispuestos a construirse de manera no hegemónica. Ese nosotros pasa por una unidad de la izquierda coherente con un proyecto de sociedad distinta, con una unidad no pegada a babas, sino más bien con una unidad que no es unanimidad de posiciones o de trayectorias históricas, sino multiplicidad, diferencia, confluencia en un mismo proyecto político que no se divide por las diferencias, sino que se nutre a través de ellas.
Como parte de una generación que ha sido gestada desde la lucha, que la ha visto, y la ha caminado, como una generación que conoce los estragos de la violencia política, de un Estado asesino y por lo tanto ilegítimo, creo que tenemos la labor, como lo plantea Franz Fanon, de re-pensar los términos de “la lucha y la liberación, de manera tal que generaciones futuras puedan asumir las tareas que vienen de maneras distintas pero más avanzadas.” Partiendo desde mi propia experiencia, pienso y actúo queriendo desestructurar las consecuencias que ese poder que domina ha dejado en mi vida, mi cuerpo y mi subjetividad. Al sufrimiento que me ha causado, a las lágrimas que me ha arrancado, al desgarramiento interno que me ha provocado, yo le contrapongo la alegría. Le contrapongo el baile, ¡en especial esa salsa rebelde de los 70s que tu tanto bailaste! Le contrapongo, a los recuerdos de la barbarie con que aquí matan, los recuerdos de tu sonrisa, de tus palabras, de nuestros diálogos. A esa camisa de fuerza identitaria a la que nos quiere condenar la guerra, a esa identidad que encarcela cuando solo es producto de la violencia opresora, esa de ser víctima, yo le contrapongo múltiples yo, le contrapongo un ser que es diverso, que tiene varias identidades, que quiere irrumpir su propio ser.
A la muerte, papi, yo le contrapongo la vida. Me niego a la cultura del sacrificio y el sufrimiento, tan interiorizada en nosotros y nosotras. Entonces me re-pienso mi proyecto político, de vida, desde el amor, la felicidad y la disciplina. Papi, la coherencia que me enseñaste me ha sido útil. Me construyo día a día como un ser, una hija, una colombiana qué sabe que eso es difícil y que pese a los errores lo intenta una y otra vez. Si, aprendí que debemos tratar de ser lo más coherentes posible para construir otro mundo, sabiendo que no es fácil, pero viviendo con la intencionalidad de hacerlo. Esto implica no ser capataz, no soñar con el registro mental del opresor, no reproducir lo autoritario y excluyente en la política y la familia, no ser sectario ni tirano, no jugarle a la lógica del poder de dominación, que incluso nos hace pelear entre los cercanos, disputando quereres, disputando reconocimientos y protagonismos.
¡Cuanto extraño las conversaciones contigo! Lo fascinante, en medio de todo, es que sigo conversando contigo de otras maneras, desde otros y otras de tu generación, desde los sueños, desde tus recuerdos, desde todas las presencias que dejaste en mi vida y otras vidas. Hoy es un momento, cuando la primavera emerge, de re-pensar a largo plazo como queremos organizarnos y organizar la vida en sociedad, como hacemos otra política, como somos felices en el transcurrir de este proyecto. Hoy sigo exigiendo verdad y justicia, verdad y justicia como una forma de construir pilares éticos para esa otra sociedad, verdad y justicia como un derecho profundo e inalienable para dignificarte a ti y a todos lo que han muerto a manos de los Creontes. Y también como una manera, como una contribución para sanar. Pero también exijo hoy verdad y justicia, no solo por tu historia, sino por cientos de historias similares a la tuya, como un momento específico de una lucha que es de más largo aliento, que es mucho más profunda, subterránea, disruptiva, radicalmente transformadora que nos permitirá ser lo que queremos SER en colectivo.
Ese ser en comunidad que pasa por la solidaridad con toda aquella y todo aquel que ha experimentado distintas violencias que le limitan su devenir en comunidad. Papi, hoy sigo en pie de lucha, hoy camino para que construyamos un nuevo imaginario político, un nuevo sueño, una nueva posibilidad, una nueva sociedad, unos nuevos arreglos sociales. Tu, que lees esta carta, ¿quieres caminar conmigo? El camino es largo, y ahora más que nunca estoy segura que su realización la verán las generaciones por venir.
Rebeldemente vuestra,
Antígona Góméz
2 comentarios:
Amo tu lucidez. Cuenta conmigo en ese camino.
increible,la mejor manera de describir a este pais,tus palabras recuerdan que vivimos en un pais en guerra, y que trivalizar esa realidad es nuestro peor error.
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