jueves, 21 de marzo de 2019

Relatos de Memoria y Dignidad

*JAIME ENRIQUE GÓMEZ*

20 octubre de 1950 – 21 marzo 2006

“Allá en cuerpo presente, aquí en memoria,
que hoy nos demos la posibilidad de construir paz como país.”

En memoria de Jaime Gómez les invitamos a escucharlo y leerlo desde su materialidad vital aún presente.
:

sábado, 26 de mayo de 2018

Votar para la vida

Nota: Este texto lo escribí hace más de un mes, en torno a la conmemoración del asesinato y desaparición de mi padre. La mujer de la que hablo es una de mis tías, y el escrito es producto de una estocada al corazón: escuchar gente muy cercana que piensa votar por Duque aún conociendo la historia de violencia por la que pasamos mi familia y yo durante el período Uribe, y que incluye el vejamen contra mi padre y el exilio. Hoy siento que debo publicarlo.

Ayer la vi. Es una mujer que está en su quinta década. Su hermano mayor fue desaparecido y asesinado hace doce años cuando se vivía un contexto similar. La desaparición ocurrió entre las elecciones al Congreso y las presidenciales, que en ese entonces tenían una particularidad: la posible reelección del presidente. Su rostro reflejaba angustia y desesperanza. La conversación que teníamos nos llevó a él, y entre palabras, mientras de sus ojos brotaban lágrimas, ella comparaba los dos momentos históricos.

Su angustia no puede ser menor. Luego de la firma del Acuerdo de paz, estos están en vilo. Lo que a ella inmensamente le sorprende es que, después de haber vivido bajo el imperio de la guerra y la muerte, haya personas que piensan re-elegir a Uribe. Durante su presidencia, según investigaciones académicas, los “Falsos positivos” aumentaron más del 150%, lo que estuvo además acompañado de la comisión de otros crímenes en los que están involucrados agentes estatales.

Sí, es cierto, la gente pudo recuperar zonas del país que no era posible visitar o transitar en tranquilidad. Sin embargo, el costo humano, emocional, político y económico de ese logro, no puede relativizar o permitir que olvidemos a los que fueron vulnerados y asesinados en ese contexto y a los responsables intelectuales y materiales. Frente al involucramiento de muchos de los funcionarios y allegados de Uribe al escándalo del DAS y Agro-Ingreso seguro, a la parapolítica, la Yidis política y las falsas desmovilizaciones, es increíble que la sociedad colombiana mantenga su ceguera (¿o complicidad?). Se sabe de hechos criminales en los que está involucrado y que incluyen falsa denuncia y presunta manipulación de testigos. Si estos hechos que son relativamente recientes son pasados por alto, están otros anteriores como su presunto conocimiento de dos masacres cometidas por paramilitares en Antioquia cuando era gobernador, y frente a las cuales no hizo nada para evitarlas. También está la evidencia que hoy de nuevo sale a la luz pública sobre sus nexos con el narcotráfico.

Escuchar decir a la gente que una cosa es votar por Iván Duque y otra por Uribe, o que Duque es diferente a Uribe, es llamarnos a engaños. Uribe es un miembro activo de la campaña de Duque, y si algo requiere este momento histórico, es que las y los colombianos votemos por una ética de la vida. Cuando uno vota, no solo lo hace por el candidato, sino también por sus equipos de trabajo, colaboradores y bancada y por sus trayectorias, pues serán ellos los encargados de construir y apoyar las políticas que se implementarán. Este momento tiene sus particularidades porque recién se acaba de firmar un acuerdo de paz que, si bien no es perfecto, ha permitido que la guerrilla más grande del país pase del uso de las armas a la actuación política. Nada de ese proceso será perfecto, no puede serlo ni aquí ni en ningún otro lugar, porque transitar de la guerra a la construcción de paz es un reto lleno de obstáculos, y peor aún en un país en el que ciertos sectores promueven una visión guerrerista de la democracia.

No hay espacio para referirme a la agenda de gobierno de Duque, pero si quisiera señalar una similitud entre este momento y el 2006. Las y los colombianos no deberíamos votar guiados ni por el odio ni por el miedo a las FARC, las guerrillas o el “castro-chavismo”, ni por el egoísmo económico. Este es un momento para votar desde la esperanza realista, y desde una postura ética que detenga la máquina de guerra, muerte y desigualdad. Este es un momento para aportar a una paz en construcción que llevará mucho tiempo y que requiere del compromiso y la solidaridad de las mayorías. Luego de conversaciones como las de ayer, realmente me pregunto dónde queda la ética de los colombianos cuando apoyan a un candidato que explícitamente ha hablado de reversar la paz y fortalecer la inversión y el crecimiento económico sin realmente abordar los problemas estructurales de la desigualdad y la violencia. Y cuando al interior de su equipo de trabajo cuenta con personas que han animado y coadyuvado a la generación de la violencia y la impunidad por décadas, incluido Popeye. Por suerte, en la baraja de elegibles hay más de un candidato por el cual optar.

Antígona Gómez

viernes, 24 de marzo de 2017

Por una paz transformadora


Pasa el tiempo, él sigue su curso, y atrás se queda nuestro derecho a saber y la sanción social a todo aquello que no debería ocurrir en humanidad. Ya han pasado 11 años desde que te llevaron, 11 años de persistencia recurrente luchando por tus derechos, los nuestros y los de la sociedad en su conjunto. 11 años en los que las instituciones del Estado no dan respuesta a nuestro anhelo, a nuestra necesidad y a su obligación. 11 años de llevarte en la memoria, de hacerte parte de la dignidad, de recordarte y caminar contigo caminos que conduzcan a la construcción de una sociedad más decente. 11 años en los que decir verdad y justicia no se desligan de imaginar un país más justo, un país donde el daño al otro, su eliminación física y simbólica no sean la manera de lidiar con quienes piensan distinto. 11 años en los que este país lo pensamos desde el necesario fin del conflicto armado interno, y de aquello que permanente se quiere desconocer: la violencia de Estado. Han sido años de trabajo incansable por la paz, años en lo que, incluyendo los derechos que tenemos como personas a las que la violencia las marcó, se ha puesto en el centro de este caminar como objetivo principal una Colombia sin violencia, y un país que camine hacia su transformación positiva.


Batallamos por el Si, y cuando el No ganó, pusimos todo el esfuerzo en que se firmará el Acuerdo de Paz. El No nos sorprendió con retrocesos para una gran porción de quienes han sido victimizados en este país, y la implementación inicial del Acuerdo ratifica que un gran porcentaje del Estado, el gobierno, la clase política, los medios de comunicación y la sociedad, siguen siendo sordos a nuestro dolor, a nuestras propuestas, derechos y contribuciones a la paz. Buscamos verdad y sanción social no por capricho, no repitiendo acríticamente el estribillo de la justicia transicional, sino porque somos conscientes de que son fundamentales para la sanación, el duelo y el Nunca Más. No imaginamos conocer la verdad solo para tenerla o recordar solo para hacer memoria. Verdad y memoria son para nosotrxs cimientos para transformar este país, semillas que, como nosotros y nosotras, son indispensable para construir esa otra Colombia que se aleja de la que hasta ahora nos ha dado vida desde la muerte.


11 años sirven para ratificar que Creonte no es la solución, y que al tiempo que alzamos la voz y exigimos los derechos que el Estado está obligado a materializar, avanzamos en procesos propios de memoria y justicia, nunca desde la venganza o la negación del otro, sino desde la dignidad y la propia convicción que solo habrá cambio con sujetos abiertos a transformar la opresión en libertad en el día a día. 11 años de llevarte en el corazón, son también 11 años de pensar permanente por dónde caminar. El horizonte sigue estando lejano, el trayecto es largo, no es fácil, pero sigue plagado de aliento, de dignidad y de necesidad de producir vida. No queremos más muerte, por eso hoy que te recuerdo, exijo Paz sin más líderes asesinados. Siempre en mi corazón, en mi memoria, en mi diario caminar. Te extraño papi.


En conmemoración de los 11 años de desaparición de Jaime Gómez (21 de marzo 2006).


Antígona Gómez


*Foto: William Oquendo


miércoles, 23 de marzo de 2016

Diez años en el corazón


Son diez años y a veces parecen días, si acaso meses. Hay momentos en qué sigo preguntándome por qué, y en que me digo a mi misma que no es posible. Son instantes donde uno cree que la maldad, el odio, la violencia y el silenciamiento de la diferencia no existen. Son momentos en los que una pregunta ética y moral inundan el pensamiento y el corazón, y en los que uno necesariamente se interroga por el tipo de país y de mundo que haría posible que esto no volviera a ocurrir.
Papi, parece que después de muchos años e intentos la paz es posible. Frente a la negociación entre el gobierno y las FARC-EP ha habido avances significativos, incluidos acuerdos que tienen que ver con los derechos de los sujetos victimizados. No es un acuerdo perfecto, pero es la posibilidad de torcer un camino que se ha vuelto destino en Colombia. Es la posibilidad histórica de decir que caminando con la violencia no vamos a encontrar al final del trayecto la radicalización de la democracia ni ninguna forma política, social y económica alternativa al capitalismo y al liberalismo. Algunos y algunas se oponen al proceso de paz, no porque les interese construir un país en el que la política no esté cruzada por la eliminación física del contradictor, sino porque han hecho de la guerra su modus operandi, su forma de ver, sentir y hacer en este mundo.

Porque la guerra les ha significado dividendos políticos y económicos, y porque han puesto por encima el odio y la venganza en un país que le ha enseñado a la gente que más vale odiar y desconfiar, que construir desde la solidaridad, el amor eficaz y el cuidado horizontal. Con muchos y muchas he caminado estos más de tres años del proceso de paz, convencidos de que es urgente que cesen los fusiles y se eleve el conflicto social (Hijos e Hijas, 2012), porque será en un escenario en el que no nos maten por pensar diferente, en el que tendremos la posibilidad de convertirnos realmente en opción política. En estos años hemos visto como al tiempo que se habla de paz, la violencia paramilitar, estatal, de la extrema derecha se mantiene. Como defensores de derechos humanos, activistas, indígenas, afrodescendientes, campesinos, víctimas y mujeres han sido asesinados, hostigados, amenazados por exigir sus derechos.

Sabemos que la paz es el principal obstáculo para la máquina de guerra y exclusión, y entonces convencidos de que una paz no hegemónica es el camino, nos estamos preparando para disputar el sentido de la transición que se avecina. No creemos en una transición plana y lineal de la guerra a la paz, del amor al odio, del odio a la reconciliación, del atraso al desarrollo, sino que más bien entendemos que en este momento se exacerban las contradicciones sobre el tipo de país que distintos actores queremos construir. No creemos en la transición hegemónica que quiere dejar todo intacto, sin modificar las causas estructurales que generaron la guerra, una transición que se sigue apoyando en un desarrollo que profundiza las desigualdades internas del país y las que tenemos con el norte global. Como no queremos esa transición, lo que hacemos día a día es tratar de plasmar en la práctica el país que soñamos, una Colombia que dignifique a su pueblo, y en la que la verdad, la justicia y la práctica de la diferencia sean posibles.

Ese país no podemos construirlo solos. Requiere de la gente que de tanta violencia se ha tornado indiferente. Requiere de todos aquellos que deciden como parte de una convicción política dejar las armas y buscar la construcción de alternativas desde la civilidad. Requiere de un proceso de paz con el ELN y el EPL que permita pluralizar el campo político y aunar fuerzas para diputarle a la transición hegemónica su noción de paz y su propuesta de país. Requiere un amplio movimiento social y político capaz de articular visiones y acciones, dejando atrás las divisiones, los sectarismos y los protagonismos, explotando al máximo su capacidad inventiva y de imaginación política. Requiere la desmovilización real del paramilitarismo y la del Estado. Requiere que las garantías para la pluralización de la democracia se hagan reales, así como garantías para que dejen de asesinar a quienes piensan distinto y se oponen a la máquina neo-extractivista, una nueva forma de sembrar la muerte en el territorio. Y requiere, por supuesto, que los derechos de los sujetos victimizados sean realmente materializados, más allá del discurso, porque si alguien debe ser dignificado en este escenario son las víctimas, todas ellas, incluidas sus propuestas sobre verdad y justicia, que no son sólo sus derechos sino sobre todo pilares fundamentales para construir otra sociedad.

De allí que sea necesario que los acuerdos sobre los derechos de las víctimas garanticen un trato equitativo a las víctimas de la guerrilla y del Estado, y que finalmente el Estado reconozca que ha empleado la violencia como una manera de asegurar en el poder a ciertas élites, y que éstas tienen una importante responsabilidad en lo que ha ocurrido en el país. Como te pedí el 21 de marzo, 10 años después del día en que te llevaron, que sepamos la verdad y que se haga la justicia que tu, tu familia y quienes caminaron siempre contigo merecemos. El lunes, como muchas otras veces, en familia te recordamos, te pasamos por el corazón, y evocamos todo lo que nos diste, y nos sigues dando. Gracias por seguir siendo un puente entre la vida y la paz, y entre el pensamiento crítico y la acción.

Te extrañamos y amamos, hoy y siempre.

Antígona Gómez

sábado, 21 de marzo de 2015


La memoria rebelde no se deja domesticar por una transición hegemónica. La memoria rebelde aprende que en la fuerza del recordar y el hacer esta la posibilidad de romper con el "sentido común" de muerte, impunidad e injusticia impuesto. Luego de 9 años de tu ausencia física he aprendido de distintas maneras a hacerle frente a esta historia de violencia.

Hoy, luego de dedicarle meses a la escritura de la tesis, reflexiono cuál sería el escenario que le puede hacer justicia a todo el sufrimiento e indignación de tantos colombianos y colombianas que han sufrido la violencia. Nuestra justicia no puede quedar al vaivén de Creonte, del Estado y de los grupos de poder. Nuestra justicia se construye cotidianamente, con otros y otras en la lucha y la acción. La mejor manera de dignificar a quienes se han llevado por la fuerza es que las injusticias cesen y otra sociedad se construya. El llamado es para todo el país. Solo un país comprometido, en el que cada mujer y hombre contribuya al cambio de una sociedad de muerte, inequitativa, injusta, clasista, racista, misógina y homofóbica, tendrá la posibilidad de dignificar a los sujetos victimizados. Sanar y hacer el duelo son procesos individuales, pero también profundamente colectivos. Más allá del discurso abstracto de paz que nos quieren imponer, la paz, la sanación y el duelo se construyen con-desde los de abajo.

Desde el poder colectivo, el poder del cuidado, el poder que emerge de la dignidad y la indignación. El poder que se gesta en las relaciones cotidianas, el que esta cruzado por el amor liberatorio, el que dignifica,no el que oprime. El poder afecto, el afecto amor, el afecto poder que permite romper con la realidad actual para fugarnos a lo virtual que está presente allí siempre como posibilidad. La posibilidad de los de abajo, de los sujetos de la digna rabia.

Siempre aquí: en este senti-pensamiento cuerpo. Siempre aquí: en tu semilla. Siempre aquí: en el mundo de las transformaciones.

Con inmenso amor te recuerdo/te recordamos.

Antígona - Huitaca

jueves, 3 de julio de 2014

El círculo de la impunidad ....

Luego de ocho años se reconoce que mi padre fue asesinado ... un poco de verdad, esperando conocer en plenitud lo que ocurrió. La paz se construye conociendo la verdad.

Comunicado de la CCJ: http://www.coljuristas.org/documentos/documento.php?id_doc=397&idioma=es&grupo=4

Entrevista en Contagio Radio: http://ctgaudio.megadatesystem.com/upload/0/fshAOccq.mp3

Queremos construir paz ... una paz estable, digna y duradera.

sábado, 22 de marzo de 2014

Construyendo otros mundos

Tierra Esperanza, 21 de marzo de 2014

Esta carta es para ti y mi padre.

Esta carta es extensa, el momento histórico lo amerita.

Hoy hace ocho años saliste a caminar en la mañana esa hermosa ciudad en la que naciste y creciste, y ya no volviste nunca más. Te llevaron. Se llevaron tu cuerpo, pero no a ti. Estos ocho años hemos peleado contra la impunidad una y otra vez. Hasta el cansancio. Hemos caminado y levantado la voz para conocer la verdad, en busca de justicia. Estos ocho años te he recordado, te he pasado por el corazón tantísimas veces y de maneras tan distintas. He desarrollado contigo una otra relación, una relación pasada por todo: por la guerra, la violencia, la rabia, el amor, la admiración, los recuerdos, las ausencias y las luchas. Hace ocho años te llevaron en un contexto como este: re-elección presidencial. En ese entonces vivíamos cierto ascenso de la izquierda, ahora vemos como la derecha, y la ultra derecha, se siguen consolidando, y como en algunos escenarios la izquierda pierde espacio. En estos años yo me he repensado una y otra vez desde mi particularidad generacional y mi ser feminista. He caminado, desde antes que te llevaran, esas sendas que los partidos de izquierda y los movimientos sociales abrieron ya hace décadas. Las he caminado, tu sabes, con mi propia prudencia, mi propia mirada y mi propio cuerpo. Como hace ocho años, ahora trato de no sucumbir a este contexto tan difícil, tan adverso a nuestros sueños. Entonces respiro, pauso, duermo, medito y me busco muy adentro. Papi: las cosas no están fáciles, siguen siendo difíciles para esos que nos ubicamos abajo, en el lugar de la digna rabia y los sueños rebeldes.

Estamos en un proceso de paz pensando desde la justicia transicional. Un proceso de paz concebido desde el punto de vista de la oligarquía colombiana, un proceso de paz que busca llamar a nuestro momento histórico post-conflicto sin que se operen mayores cambios, para lo cual la aplicación de la esa justicia es fundamental. Yo creo que esta es una coyuntura crucial para Colombia, para el futuro, porque muchas cosas que se definirán en este momento en cierta medida serán la bitácora, los cimientos que nos guiaran por los próximos años. Por eso a la construcción de paz nosotros le exigimos coherencia, le exigimos profundidad, le exigimos escuchar nuestras voces. Me pongo a mirar hacia atrás, nuestra historia, y veo como nuestra particular trayectoria nos muestra que ni el modelo moderno liberal burgués ni el camino de las guerrillas han podido responder a nuestros anhelos. En los últimos años son cada vez más visibles los limites del modelo de democracia moderna liberal, desde la que incluso la izquierda ha desarrollado su accionar político, para hacer real nuestros proyectos de emancipación. Las últimas elecciones lo han mostrado. Es evidente que todo ese ensamblaje, el estado de derecho, las leyes, las reglas del juego democrático, no son neutrales, están situadas políticamente, más cerca de ciertos actores.

Ese sistema de gobierno responde a los intereses de quienes lo crearon. Así nos lo muestra no solo la historia del alcalde Petro, sino también todo el arsenal jurídico con el que el Estado y las élites responden a las demandas de las y los que nos organizamos, tal como ha ocurrido con la Ley de Victimas y Restitución de Tierras, una respuesta para neutralizar a las víctimas y capturar su potencial político y subvertor. Papi, creo que necesitamos un nuevo imaginario político, necesitamos re-pensar, re-mirar nuestro horizonte político en sus más profundas raíces. Necesitamos re-inventarnos, de-sujetarnos, liberarnos del poder de dominación. Hacer eso, papi, requiere mirarnos hacia adentro, “casa adentro”, cuerpo adentro, con mucho, mucho detenimiento, con ojos críticos, constructivos e imaginativos. Eso implica que miremos como el poder de dominación constituye nuestras subjetividades y nos hace replicar entre nosotros ese poder que no permite la emancipación. Divide y reinaras. Esa es la lógica de las clases gobernantes, pero también del poder opresor en si mismo. Divide a la izquierda, haz que se atomice hasta que desaparezca. ¡Divídela por las más pequeñas nimiedades, por las elecciones, por la conquista del poder! Divide a las mujeres para que peleen entre ellas y no vean, no sean capaces de ver, como el patriarcado funciona. Divide a los indígenas y a los negros, hazlos amar y querer ser como el blanco. Haz que todo aquel que termine configurado en ‘capataz’, inclusive de su propia historia personal, crea, sueñe, que es el ‘dominador’, que tiene poder, y haz que oprima a sus hermanos y hermanas de lucha. Si, ya sé. No todos tienen conciencia de una “hermandad”.

Esa conciencia se construye. Por eso además de: 1. Pensar y recrear otro poder, un poder para la emancipación que juiciosamente se pregunta y se responde el poder para qué. 2. Y que mira con atención la construcción subjetiva. 3. Genera procesos de politización, procesos de formación, de educación política, no para adoctrinar, sino para desde la construcción colectiva contribuir a la creación de sujetos capaces de análisis, de pensamiento propio, de criticidad y de acción. Politización no para ser vanguardia, sino más bien para ser “retaguardia” y co-emerger con otras y otros como intelectuales orgánicos de un país que necesita educarse para escapar a esta degradante dominación. 4. Necesitamos también construir un nosotros. Ese nosotros de los de abajo, de la digna rabia y los sueños rebeldes no está construido. Está por construirse, y depende de un nuevo imaginario político, de unas nuevas prácticas, de unos nuevos sujetos, no acabados, pero dispuestos a construirse de manera no hegemónica. Ese nosotros pasa por una unidad de la izquierda coherente con un proyecto de sociedad distinta, con una unidad no pegada a babas, sino más bien con una unidad que no es unanimidad de posiciones o de trayectorias históricas, sino multiplicidad, diferencia, confluencia en un mismo proyecto político que no se divide por las diferencias, sino que se nutre a través de ellas.

Como parte de una generación que ha sido gestada desde la lucha, que la ha visto, y la ha caminado, como una generación que conoce los estragos de la violencia política, de un Estado asesino y por lo tanto ilegítimo, creo que tenemos la labor, como lo plantea Franz Fanon, de re-pensar los términos de “la lucha y la liberación, de manera tal que generaciones futuras puedan asumir las tareas que vienen de maneras distintas pero más avanzadas.” Partiendo desde mi propia experiencia, pienso y actúo queriendo desestructurar las consecuencias que ese poder que domina ha dejado en mi vida, mi cuerpo y mi subjetividad. Al sufrimiento que me ha causado, a las lágrimas que me ha arrancado, al desgarramiento interno que me ha provocado, yo le contrapongo la alegría. Le contrapongo el baile, ¡en especial esa salsa rebelde de los 70s que tu tanto bailaste! Le contrapongo, a los recuerdos de la barbarie con que aquí matan, los recuerdos de tu sonrisa, de tus palabras, de nuestros diálogos. A esa camisa de fuerza identitaria a la que nos quiere condenar la guerra, a esa identidad que encarcela cuando solo es producto de la violencia opresora, esa de ser víctima, yo le contrapongo múltiples yo, le contrapongo un ser que es diverso, que tiene varias identidades, que quiere irrumpir su propio ser.

A la muerte, papi, yo le contrapongo la vida. Me niego a la cultura del sacrificio y el sufrimiento, tan interiorizada en nosotros y nosotras. Entonces me re-pienso mi proyecto político, de vida, desde el amor, la felicidad y la disciplina. Papi, la coherencia que me enseñaste me ha sido útil. Me construyo día a día como un ser, una hija, una colombiana qué sabe que eso es difícil y que pese a los errores lo intenta una y otra vez. Si, aprendí que debemos tratar de ser lo más coherentes posible para construir otro mundo, sabiendo que no es fácil, pero viviendo con la intencionalidad de hacerlo. Esto implica no ser capataz, no soñar con el registro mental del opresor, no reproducir lo autoritario y excluyente en la política y la familia, no ser sectario ni tirano, no jugarle a la lógica del poder de dominación, que incluso nos hace pelear entre los cercanos, disputando quereres, disputando reconocimientos y protagonismos.

¡Cuanto extraño las conversaciones contigo! Lo fascinante, en medio de todo, es que sigo conversando contigo de otras maneras, desde otros y otras de tu generación, desde los sueños, desde tus recuerdos, desde todas las presencias que dejaste en mi vida y otras vidas. Hoy es un momento, cuando la primavera emerge, de re-pensar a largo plazo como queremos organizarnos y organizar la vida en sociedad, como hacemos otra política, como somos felices en el transcurrir de este proyecto. Hoy sigo exigiendo verdad y justicia, verdad y justicia como una forma de construir pilares éticos para esa otra sociedad, verdad y justicia como un derecho profundo e inalienable para dignificarte a ti y a todos lo que han muerto a manos de los Creontes. Y también como una manera, como una contribución para sanar. Pero también exijo hoy verdad y justicia, no solo por tu historia, sino por cientos de historias similares a la tuya, como un momento específico de una lucha que es de más largo aliento, que es mucho más profunda, subterránea, disruptiva, radicalmente transformadora que nos permitirá ser lo que queremos SER en colectivo.

Ese ser en comunidad que pasa por la solidaridad con toda aquella y todo aquel que ha experimentado distintas violencias que le limitan su devenir en comunidad. Papi, hoy sigo en pie de lucha, hoy camino para que construyamos un nuevo imaginario político, un nuevo sueño, una nueva posibilidad, una nueva sociedad, unos nuevos arreglos sociales. Tu, que lees esta carta, ¿quieres caminar conmigo? El camino es largo, y ahora más que nunca estoy segura que su realización la verán las generaciones por venir.
Rebeldemente vuestra,
Antígona Góméz

Antígona Gómez

NO AL OLVIDO, PORQUE NO QUIERO!!!