sábado, 26 de mayo de 2018

Votar para la vida

Nota: Este texto lo escribí hace más de un mes, en torno a la conmemoración del asesinato y desaparición de mi padre. La mujer de la que hablo es una de mis tías, y el escrito es producto de una estocada al corazón: escuchar gente muy cercana que piensa votar por Duque aún conociendo la historia de violencia por la que pasamos mi familia y yo durante el período Uribe, y que incluye el vejamen contra mi padre y el exilio. Hoy siento que debo publicarlo.

Ayer la vi. Es una mujer que está en su quinta década. Su hermano mayor fue desaparecido y asesinado hace doce años cuando se vivía un contexto similar. La desaparición ocurrió entre las elecciones al Congreso y las presidenciales, que en ese entonces tenían una particularidad: la posible reelección del presidente. Su rostro reflejaba angustia y desesperanza. La conversación que teníamos nos llevó a él, y entre palabras, mientras de sus ojos brotaban lágrimas, ella comparaba los dos momentos históricos.

Su angustia no puede ser menor. Luego de la firma del Acuerdo de paz, estos están en vilo. Lo que a ella inmensamente le sorprende es que, después de haber vivido bajo el imperio de la guerra y la muerte, haya personas que piensan re-elegir a Uribe. Durante su presidencia, según investigaciones académicas, los “Falsos positivos” aumentaron más del 150%, lo que estuvo además acompañado de la comisión de otros crímenes en los que están involucrados agentes estatales.

Sí, es cierto, la gente pudo recuperar zonas del país que no era posible visitar o transitar en tranquilidad. Sin embargo, el costo humano, emocional, político y económico de ese logro, no puede relativizar o permitir que olvidemos a los que fueron vulnerados y asesinados en ese contexto y a los responsables intelectuales y materiales. Frente al involucramiento de muchos de los funcionarios y allegados de Uribe al escándalo del DAS y Agro-Ingreso seguro, a la parapolítica, la Yidis política y las falsas desmovilizaciones, es increíble que la sociedad colombiana mantenga su ceguera (¿o complicidad?). Se sabe de hechos criminales en los que está involucrado y que incluyen falsa denuncia y presunta manipulación de testigos. Si estos hechos que son relativamente recientes son pasados por alto, están otros anteriores como su presunto conocimiento de dos masacres cometidas por paramilitares en Antioquia cuando era gobernador, y frente a las cuales no hizo nada para evitarlas. También está la evidencia que hoy de nuevo sale a la luz pública sobre sus nexos con el narcotráfico.

Escuchar decir a la gente que una cosa es votar por Iván Duque y otra por Uribe, o que Duque es diferente a Uribe, es llamarnos a engaños. Uribe es un miembro activo de la campaña de Duque, y si algo requiere este momento histórico, es que las y los colombianos votemos por una ética de la vida. Cuando uno vota, no solo lo hace por el candidato, sino también por sus equipos de trabajo, colaboradores y bancada y por sus trayectorias, pues serán ellos los encargados de construir y apoyar las políticas que se implementarán. Este momento tiene sus particularidades porque recién se acaba de firmar un acuerdo de paz que, si bien no es perfecto, ha permitido que la guerrilla más grande del país pase del uso de las armas a la actuación política. Nada de ese proceso será perfecto, no puede serlo ni aquí ni en ningún otro lugar, porque transitar de la guerra a la construcción de paz es un reto lleno de obstáculos, y peor aún en un país en el que ciertos sectores promueven una visión guerrerista de la democracia.

No hay espacio para referirme a la agenda de gobierno de Duque, pero si quisiera señalar una similitud entre este momento y el 2006. Las y los colombianos no deberíamos votar guiados ni por el odio ni por el miedo a las FARC, las guerrillas o el “castro-chavismo”, ni por el egoísmo económico. Este es un momento para votar desde la esperanza realista, y desde una postura ética que detenga la máquina de guerra, muerte y desigualdad. Este es un momento para aportar a una paz en construcción que llevará mucho tiempo y que requiere del compromiso y la solidaridad de las mayorías. Luego de conversaciones como las de ayer, realmente me pregunto dónde queda la ética de los colombianos cuando apoyan a un candidato que explícitamente ha hablado de reversar la paz y fortalecer la inversión y el crecimiento económico sin realmente abordar los problemas estructurales de la desigualdad y la violencia. Y cuando al interior de su equipo de trabajo cuenta con personas que han animado y coadyuvado a la generación de la violencia y la impunidad por décadas, incluido Popeye. Por suerte, en la baraja de elegibles hay más de un candidato por el cual optar.

Antígona Gómez

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