viernes, 29 de junio de 2007

Palabras en el lanzamiento del libro: Tras la huella de la verdad ...

Bienvenida

Buenas noches a todas y todos. Agradezco, y en nombre de la familia y los convocantes, agradecemos su presencia, que para nosotros se constituye en el ejercicio de una acción política y el reconocimiento de la necesidad de la reflexión académica, aunada a exigencias como la justicia, la verdad y la memoria. Quiero compartir con ustedes algunas ideas y sentimientos en torno a mi padre y su ejercicio académico, la producción de su tesis de grado para optar al titulo de historiador, que hemos decido publicar bajo el titulo: “Tras la huella de la verdad: el caso Gloria Lara de Echeverri”. La decisión de publicar la tesis responde a dos sentimientos. El primero, al amor y reconocimiento de un hombre que como mi padre buscó aportar desde la Academia a la construcción de un mejor futuro, desde el ejercicio de una mirada crítica sobre el pasado reciente del país. El segundo, a la convicción política de justicia y verdad.
Resulta un alto homenaje que estemos hoy acá, en la Universidad Nacional y en esta coyuntura interna de debate, en mi alma mater y en la Universidad de los sueños e ideales de mi padre, presentado su libro. Mi padre accedió a la Academia luego de los 40 años, después de pensionarse y haberse desempeñado como un reconocido dirigente sindical. Tránsito los pasillos de la Universidad Javeriana con la expectativa de encontrar en el saber nuevas puertas, intersticios y caminos para concretar sus proyectos. Desde allí, lo digo sin duda, aprendió nuevas miradas del mundo, de los proyectos políticos, de la sociedad y del cambio. Desde allí también comprendió desde otras dimensiones el sentido del poder y su relación con la historia. Del sindicato a la Academia y de la Academia a la política hecha realidad en los cargos de elección popular y la asesoría política de personalidades como Piedad Córdoba, buscó incansablemente rutas para la transformación que el país necesitaba en esas décadas del 70, 80, 90, y que sigue necesitando desde que el calendario nos puso en otro milenio. Hay para quienes optar por la lucha, por la eliminación de las desigualdades, por el ejercicio de la oposición, por la verdad, les cuesta la vida. En esa fatal realidad, mi padre fue desaparecido el 21 de marzo de 2006, y otra historia comenzó a relatarse para nuestras vidas desde que encontramos sus restos el 23 de abril del año pasado. Sin embargo, aunque su cuerpo no esta presente, sus ideas no han desaparecido, los cálidos lazos que tejió con su familia, sus amigos, amigas, copartidarios, siguen presentes, tejiendo otros puentes y extensiones de sus luchas y sus sueños.

Sobre el libro

Mi padre escribió el texto que hoy ve la luz pública como resultado de una investigación exhaustiva que relaciona la ocurrencia de un hecho con el momento histórico en el que sucedió. Una lectura contextualizada y relacional del secuestro y posterior asesinato de Gloria Lara, permite entender de manera más completa y explicativa el suceso en cuestión.
El libro parte de un análisis del desgaste del Frente Nacional y del modelo de coalición bipartidista, así como de la crisis de los años ochenta. Puntos de partida de los cuales se desprende un análisis del papel de las Fuerzas Armadas, en el marco de la Política de Seguridad Nacional establecida por Estados Unidos, y adaptada en Colombia a través de la figura del Estatuto de Seguridad durante el gobierno de Turbay Ayala. Reflexiones sobre el papel y el poder de los militares, de su creciente autonomía en el manejo y control del orden público, deja ver como se constituyen en actores independientes que imponen su propia concepción para el manejo de la insurgencia, la protesta y los conflictos de la sociedad. Jaime plantea que el caso Gloria Lara, un acontecimiento más de la historia del país, se constituye en un hecho histórico toda vez que condensa el pulso entre el poder civil y el militar.
El secuestro y posterior asesinato de Gloria Lara (23 de junio – 28 de noviembre de 1982), ocurre en el recambio de modelo, de la concepción represiva de Turbay se asiste al modelo reformista de Betancur. Tránsito en el cual se plasma la lucha entre los militares, quienes asisten al debilitamiento de su poder, y un gobierno mas abierto al diálogo y la resolución por la vía de la negociación, demasiado tímido e influenciable a la hora de tomar decisiones serias.
Luego de analizar las diferencias entre el modelo de Turbay y Belisario, mi padre sitúa el caso Gloria Lara para dar cuenta del manejo político de un suceso de la vida nacional, efectuado por los militares y auspiciado por actores relevantes de la vida nacional. Así se esboza la tesis central del libro:

“Los militares interesados en demostrar la eficacia de la Justicia Penal Militar, en recobrar el prestigio perdido y, en retornar a la autonomía plena en el control del orden público, hallaron en el Caso Gloria Lara de Echeverri las condiciones para intimidar y desprestigiar a las fuerzas de izquierda y democráticas. El objetivo último pretendía deslegitimar el proceso de paz y apertura auspiciado por el proyecto reformista de Belisario Betancur” (Gómez, 2007: 158-159).

La tarea de mi padre no queda solo allí, luego de utilizar como fuentes los artículos del periódico El Tiempo, documentos de la investigación y bibliografía sobre el Frente Nacional; que le permiten advertir las causas que determinaron la crisis de legitimidad del Régimen de gobierno compartido, así como del modelo represivo y reformista; analiza el debate suscitado en la opinión publica por la manera como fueron juzgadas las personas vinculadas al caso, para plantear su inocencia y el manejo político del hecho por parte de los militares. En ese sentido señala varias inconsistencias en la investigación, de las cuales solo quiero referenciar la atinente a la desaparición de cuatro personas, y a quienes deseo rendirles un homenaje: Patricia Rivera, sus dos hijas y el señor Marco Antonio Crespo.

Siguiendo los documentos atinentes al caso, mi padre muestra como el crimen quedo en la impunidad, no porque las personas acusadas por los militares hayan salido al exilio – condición nada agradable -, sino porque, según investigaciones relacionadas con el secuestro de un ciudadano norteamericano, Keneth Bishop, los responsables de este hecho fueron los mismos del secuestro y posterior asesinato de Gloria Lara. Total, dadas las condiciones de la justicia colombiana, estos implicados no pagaron por el crimen de Lara.
No pude evitar leer paralelos en ambos casos, el de mi padre y el de Gloria Lara. La impunidad ronda como condición a la justicia colombiana, las irregularidades abundan, la torpeza, negligencia y poca diligencia de las instituciones parecen condición sine qua non. La claridad sobre lo sucedido parece empañarse, se enmaraña en un país donde el ejercicio de la violencia es parte de la cotidianidad y de diferentes actores. Ambas historias tienen lugar en momentos coyunturales de la vida nacional, el de Gloria Lara en el recambio de modelo – represivo a reformista -, el de mi padre en el contexto de elecciones presidenciales cuando se jugaba nada más y nada menos que la reelección de Álvaro Uribe. Casualmente ambos fueron Concejales y ambos, padre y madre, objeto de vulneraciones a la libertad imperdonables como son el secuestro y la desaparición. Sobre esto tengo claras las diferencias de cada una, pero las repudio a ambas.
Sin embargo tampoco tolero que se publiciten más los secuestros y se trate de negar la existencia de las desapariciones forzosas, mi padre es parte de esa terrible historia. Ambas historias, están signadas por las torturas, por eso aquella escalofriante imagen de la portada del libro.

“El caso Gloria Lara de Echeverri ilustró en su momento la ineficacia de la justica, las enormes dificultades para el desarrollo de fuerzas políticas ajenas al conflicto armado y la ausencia de una sociedad democrática y tolerante. Dimensiono la degradación de la violencia, con su concomitante violación de los derechos humanos, al igual que evidencio esa trilogía de empresarios, políticos y militares enemigos de las reformas sustanciales que posibilitan la construcción de una paz estable en Colombia” (Gómez, 2007: 159 -160).

Al pasar al caso de mi padre y a la situación actual del país yo solo diría, tomando una frase prestada de Jaime Garzón: “Y los políticos y los para y los militares, ahí”.

Mis reflexiones


El texto me suscitó preguntas sobre la verdad, la escritura de la historia, el papel de las élites gobernantes, los gremios y la izquierda. Me remitió, así mismo, a preguntas por la memoria, el olvido, la aplicación de justicia, la posibilidad de una salida negociada al conflicto armado, la viabilidad de Colombia y la democracia. Lo primero que pensé fue que la publicación del texto no hubiese encontrado mejor momento que este, pues nada más cercano a los primeros años de la década de 1980 que la coyuntura actual. Me pregunté en el clímax de la lectura: ¿qué es lo que se escribe sobre lo acaecido? ¿Quiénes y cómo lo hacen y se difunde? ¿Bajo qué lente y con qué intereses?
Algo similar me surgió sobre la memoria: ¿qué se recuerda, qué se olvida y por qué? La construcción de una memoria y una historia hegemónica, difundida por los sectores dominantes del país ha dejado de lado versiones de esos hechos que son fundamentales para la construcción histórica de la verdad, la identidad y los proyectos políticos y sociales futuros.
Volver al pasado no tiene porque significar abrir heridas para mortificar a los distintos actores o condenarse a vivir en pretérito. La re-escritura de la historia es fundamental para pensar el futuro desde el pasado mismo. Sabiendo de la importancia de la historia y su conocimiento en la construcción del presente y el futuro, así como de opinión pública y alternativas, no deja de ser preocupante que una óptica tan parcializada sobre la realidad sea la que tenga preponderancia.
Hemos aprendido desde nuestro oficio como historiadores, que la escritura de la historia es una cuestión política quizás más que cualquier otra. En la escritura, difusión y apropiación de versiones históricas se juega una batalla por la hegemonía y en consecuencia por el poder que también cruza la memoria y la verdad.
A Colombia conocer y tramitar la verdad le va a costar mucho más de lo que quiere y está dispuesta a pagar. A nosotros, las y los colombianos de carne y hueso también nos costará bastante. La verdad tiene muchas más dimensiones sí queremos que contribuya a construir un mejor futuro pues implica la aceptación de las mentiras dichas, asumir el costo político de los actos realizados, el conocimiento de dimensiones aún no reconocidas de la realidad del país, y la construcción de posturas políticas serias y claras. Queremos verdades históricas y contextualizadas que permitan conocer los vínculos de los distintos actores con la prolongación de una guerra de décadas, que al pasar del tiempo se degrada en dimensiones inaceptables. La construcción de una historia, de un tipo de verdades, de una memoria y la difusión de una política del olvido debe ser develada, cuestionada, puesta en jaque.
Bajo un lente histórico es necesario que el país conozca el papel de sectores de los gremios, las Fuerzas Armadas y la elite política, y que estos asuman el costo total que ha tenido para el conjunto del país su posición reacia a la paz, la violación de derechos humanos, su actitud de sabotaje y la infranqueable postura que privilegia la acción militar al diálogo y la concertación. Si no es clara para Colombia la parcialidad de dichos actores, no será posible construir alternativas reales a la negociación y a la construcción de la paz.
La publicación de este libro quiere contribuir a asumir públicamente un debate sobre un hecho concreto de la historia de Colombia y suscitar reflexiones sobre la encrucijada actual del país. Busca generar procesos que pongan a circular versiones de la historia que incluyan en los regímenes de verdad otras versiones que han sido eliminadas o puestas en lo marginal. En esa ruta la publicación se sitúa en el campo de disputa política y cultural actual, no está al margen de los debates coyunturales ni de la batalla por el poder.

A mi padre, en voz alta


Padre, ahora que la distancia física entre tú y yo es insoslayable, leerte me produce placer y orgullo, y le encuentro como una de las vías para mantenerte en el presente. Desde tu convicción política me enseñaste cosas valiosas, desde el dialogo permanente con el soñador, utópico, luchador y realista, aprendí el valor de cultivar opiniones propias, de construir mi propio criterio y análisis de la vida y la situación del país. Aprendí el valor, mientras estudiabas historia, de no ser dogmático, aprendí escuchándote hablar de los demás que los odios y sectarismos no conducen a nada. También entendí el valor de las posiciones políticas, de los principios, de las metas y los sueños.
Ahora, leyendo cada página de tu tesis, siento más de cerca la importancia que tiene la historia. Comprendo los subterfugios e intríngulis de la verdad oficial, de las versiones de la historia y las luchas de la memoria. Ahora, que te han llevado, siento en carne propia el peso del poder, su reafirmación desde la circulación misma de la palabra. Y entiendo la importancia de asumir responsabilidades en la historia de un país lleno de injusticias, mentiras, negligencias. Te hablo en voz propia, en primera persona, de cara, imaginando tu rostro, el movimiento de tus manos, los gestos al oírme. Esa y esta es mi manera de mantenerte vivo, de que sigas con nosotros. Como me escribía Fabiola Lalinde, alguien cercano a nuestra historia, en palabras de Manuel Mejía Vallejo, “uno se muere cuando lo olvidan”.
Convencida de eso, de tu papel en la historia de Colombia y de la importancia de otras y otros tantos que han sido asesinados y desaparecidos, ponemos hoy a circular tus ideas como una contribución para la construcción de otro futuro. Ese que soñaste y sueño, ese que forjaste y forjamos aún entre el dolor y la tristeza. Con tu partida he aprendido como el dolor pare futuro, como la tristeza no niega la alegría como la muerte puede tener otras lecturas. Sonriendo hoy te digo que seguiremos edificando futuro, viviendo, disfrutando la vida, luchando sin claudicar por nuestras utopías. Gracias a ti y a todos los presentes.

Diana Marcela Gómez Correal

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola; realmente leyendo esta gran sintesis me siento orgullosa de Antigona Gomez y de verdad que solo se muere cuando se olvida, desde la distancia te mando un fuerte abrazo.... la flaquita

Unknown dijo...

Lamento mucho la situación que ha orquestado sus actuales opiniones, siempre me ha parecido alguien muy inteligente y admiro su lucidez para generar conciencia y responsabilidad política en jóvenes y mujeres. Lamento la situación por la que usted y su familia han tenido que pasar

NO AL OLVIDO, PORQUE NO QUIERO!!!