Antes de la desaparición y asesinato de mi padre, Jaime Gómez, conocí muchas historias de mujeres en distintas partes del país que daban cuenta de desapariciones, asesinatos, violaciones, secuestros, de un ejercicio permanente de la violencia en sus cuerpos y en los de sus seres queridos. Cuando mi padre desapareció el 21 de marzo de 2006, comencé a vivir en carne propia un drama inimaginable y en cierto sentido inaguantable. En esos mismos días de manera directa constate la parcialidad de los organismos de seguridad del Estado, de algunas instituciones y de políticos y mandatarios con los que hable o tuvieron a bien meter la cucharada para opinar sobre lo ocurrido con quien era, además de todo, asesor de la senadora Piedad Córdoba.
También escuche y leí con dolor las noticias que difundieron los medios de comunicación: auto desaparición, deudas, y rara vez el reconocimiento de haber sido objeto de vulneraciones a sus derechos humanos. Cuando aparecieron los restos se torno peor: no fue una desaparición ni un homicidio, fue un accidente. El presidente Uribe lo planteo en Estados Unidos y en universidades colombianas, la prensa lo repitió acríticamente, Máximo Duque, director de Medicina Legal, lo sustento ante los medios estando fuera de su competencia, y periodistas como María Isabel Rueda hicieron una reconstrucción acomodada de los hechos. Un año y seis meses después, septiembre de 2007, los medios presentan la chiva: Fiscalía reconoce que muerte de Jaime Gómez fue un homicidio.
Si, eso ya lo sabíamos, pero resulta que la investigación no avanza. El Alto Comisionado para la Paz expuso tres hipótesis de posibles responsables cuando estábamos buscando a mi padre: paramilitares reorganizados, inteligencia del Ejército y la policía, grupos de extrema derecha antichavistas. Tres diferentes actores que uno se pregunta, tres nombres y un solo dios verdadero? Ahora se dice que no hay crímenes de Estado, que los paramilitares no existen porque se han desmovilizado. También que aquí se respetan los derechos humanos y que se aplica justicia. Será que mi historia es la excepción? Sé que no. Están todos los asesinatos de miembros de la UP, están los desaparecidos del Palacio de Justicia, están las cientos de masacres, las fosas comunes, las otras miles de desapariciones y las ejecuciones extrajudiciales.
Reconozco el valor y la necesidad ética de repudiar los secuestros, sin embargo la marcha del 4 de febrero me dejo un sin sabor, no sólo porque reconocía únicamente uno de los actores del conflicto, sino porque desde el poder de los medios, recogiendo un repudio y un cansancio nacional, pero también viabilizando intereses de los grupos de poder y del Presidente y sus seguidores, se contribuye a construir una percepción de la realidad colombiana no acorde con lo que está pasando y estamos viviendo. Lo que hago aquí al recordar los hechos que rodearon el ASESINATO de mi padre no es por deporte, no es porque me guste recordarlos (tendría mejores cosas en que pensar para traerlo a mi memoria), es porque me permite no OLVIDAR algo que en cualquier país debe ser repudiable, punible y de sanción social: la privación de la libertad, la coartación de la libre expresión y los asesinatos. ¿Por qué en Colombia no nos hemos espantado de la misma manera con los crímenes de paramilitares y Estado, que como lo hacemos con los de las FARC? ¿Hay acaso unos muertos que valen más que otros? ¿Unos crímenes son menos malos?
Colombia vive una crisis ética de terribles dimensiones, y la clase gobernante con tal de mantener borregos la profundiza porque no le interesa las transformaciones de fondo, porque sabe que pierde al momento de que la ciudadanía colombiana repudie la violencia venga de donde venga. El discurso del gobierno de Uribe exacerba los odios, profundiza la guerra, consolida la derecha, legaliza el paramilitarismo, perpetua las diferencias sociales, mantiene escindido al país, desconoce la historia, construye una memoria acomodada y proyecta un futuro donde será visto y puesto como el GRAN PACIFICADOR. Sí, no más secuestros, por supuesto, no más guerrilla, pero que ese grito no desconozca la realidad de Colombia. Con el sólo deseo no podemos solucionar la crisis del país. En Colombia se está inflando un deseo por la paz que desconoce lo que ella implica, los caminos reales, las mejores opciones y posibilidades. La gente parecía gritar no más guerrilla con la ilusión de que desaparecieran, quizás pocas meditaban que para que no existan más el camino debe ser la negociación y un primer paso el Acuerdo Humanitario. Si con el deseo bastara deseo a mi padre de vuelta. Se que no podrá ser jamás así, por eso desde una visión más compleja de nuestro conflicto, saldré a marchar el 6 DE MARZO, no sólo por mi muerto, sino por los tantos que han perecido en Colombia a manos de paramilitares y Estado. Por el honor de un país que debería despertar a tanta barbarie y comenzar a reflexionar sin tanta manipulación y apasionamiento quienes son los que realmente no quieren la paz en Colombia. Como no somos mezquinos, ese día también repudiaremos los secuestros.
También escuche y leí con dolor las noticias que difundieron los medios de comunicación: auto desaparición, deudas, y rara vez el reconocimiento de haber sido objeto de vulneraciones a sus derechos humanos. Cuando aparecieron los restos se torno peor: no fue una desaparición ni un homicidio, fue un accidente. El presidente Uribe lo planteo en Estados Unidos y en universidades colombianas, la prensa lo repitió acríticamente, Máximo Duque, director de Medicina Legal, lo sustento ante los medios estando fuera de su competencia, y periodistas como María Isabel Rueda hicieron una reconstrucción acomodada de los hechos. Un año y seis meses después, septiembre de 2007, los medios presentan la chiva: Fiscalía reconoce que muerte de Jaime Gómez fue un homicidio.
Si, eso ya lo sabíamos, pero resulta que la investigación no avanza. El Alto Comisionado para la Paz expuso tres hipótesis de posibles responsables cuando estábamos buscando a mi padre: paramilitares reorganizados, inteligencia del Ejército y la policía, grupos de extrema derecha antichavistas. Tres diferentes actores que uno se pregunta, tres nombres y un solo dios verdadero? Ahora se dice que no hay crímenes de Estado, que los paramilitares no existen porque se han desmovilizado. También que aquí se respetan los derechos humanos y que se aplica justicia. Será que mi historia es la excepción? Sé que no. Están todos los asesinatos de miembros de la UP, están los desaparecidos del Palacio de Justicia, están las cientos de masacres, las fosas comunes, las otras miles de desapariciones y las ejecuciones extrajudiciales.
Reconozco el valor y la necesidad ética de repudiar los secuestros, sin embargo la marcha del 4 de febrero me dejo un sin sabor, no sólo porque reconocía únicamente uno de los actores del conflicto, sino porque desde el poder de los medios, recogiendo un repudio y un cansancio nacional, pero también viabilizando intereses de los grupos de poder y del Presidente y sus seguidores, se contribuye a construir una percepción de la realidad colombiana no acorde con lo que está pasando y estamos viviendo. Lo que hago aquí al recordar los hechos que rodearon el ASESINATO de mi padre no es por deporte, no es porque me guste recordarlos (tendría mejores cosas en que pensar para traerlo a mi memoria), es porque me permite no OLVIDAR algo que en cualquier país debe ser repudiable, punible y de sanción social: la privación de la libertad, la coartación de la libre expresión y los asesinatos. ¿Por qué en Colombia no nos hemos espantado de la misma manera con los crímenes de paramilitares y Estado, que como lo hacemos con los de las FARC? ¿Hay acaso unos muertos que valen más que otros? ¿Unos crímenes son menos malos?
Colombia vive una crisis ética de terribles dimensiones, y la clase gobernante con tal de mantener borregos la profundiza porque no le interesa las transformaciones de fondo, porque sabe que pierde al momento de que la ciudadanía colombiana repudie la violencia venga de donde venga. El discurso del gobierno de Uribe exacerba los odios, profundiza la guerra, consolida la derecha, legaliza el paramilitarismo, perpetua las diferencias sociales, mantiene escindido al país, desconoce la historia, construye una memoria acomodada y proyecta un futuro donde será visto y puesto como el GRAN PACIFICADOR. Sí, no más secuestros, por supuesto, no más guerrilla, pero que ese grito no desconozca la realidad de Colombia. Con el sólo deseo no podemos solucionar la crisis del país. En Colombia se está inflando un deseo por la paz que desconoce lo que ella implica, los caminos reales, las mejores opciones y posibilidades. La gente parecía gritar no más guerrilla con la ilusión de que desaparecieran, quizás pocas meditaban que para que no existan más el camino debe ser la negociación y un primer paso el Acuerdo Humanitario. Si con el deseo bastara deseo a mi padre de vuelta. Se que no podrá ser jamás así, por eso desde una visión más compleja de nuestro conflicto, saldré a marchar el 6 DE MARZO, no sólo por mi muerto, sino por los tantos que han perecido en Colombia a manos de paramilitares y Estado. Por el honor de un país que debería despertar a tanta barbarie y comenzar a reflexionar sin tanta manipulación y apasionamiento quienes son los que realmente no quieren la paz en Colombia. Como no somos mezquinos, ese día también repudiaremos los secuestros.
3 comentarios:
Hola, Antígona Gómez. Llegué a tu blog por casualidad, pero me encontré con artículos sensibles, sentidos y profundos. Gracias por ellos. Soy docente universitario (de la USC) y estoy adelantando una investigación sobre desaparecidos, con la que escribiré una novela. Por eso me interesa saber si el Movimiento de hij@s Víctimas tiene alguna sede en Cali, porque quisiera entrevistarme con ell@s. Mi correo es oscorte@gmail.com y mi nombre Oscar Ortega García. Por último, Antígona, yo también marcharé el 6 de marzo.
Solo quiero al igual que muchos colombianos entender porque desde el asilo y la humillacion de no poder estar en un pais con paz y oportunidades donde el conocimiento y el respeto por la vida sean lo mas sagrado, conoci a tu padre en pocas ocasiones, y con todo el respeto pr su muerte, quiero que sepas que en muchas personas el dejo un poco de lo que veia venir.
HOLA DIANA ME ALEGRA MUCHO QUE ESTES BIEN Y QUE EN MEDIO DE LA RESIELIENCIA TENGAS UNA SONRRISA PARA MANIFESTAR QUE AUN ANRIGONA ESTA PRESENTE EN CADA RESISTENCIA CIVIL QUE ABOGA POR LA VIDA LA LIBERTAD Y LA DIGNIFDAD NO SOLO DE SERES QUERIDOS SINO DE MUJERES Y VARONES QUE HABIAN ESTA COLOMBIA TAN MALTRATADA. UN ABRAZO PARA TI Y SOLO ESPERO QUE LA SABIDURIA Y LA ARMONIA ESTEN CONTIGO Y TUS BUENOS PROPOSITOS. CUIDATE MUCHO JACQUELINE DEVIA.
Publicar un comentario